Me enaltece recibir este reconocimiento junto a prestantes ciudadanos, intelectuales orgánicos, agentes de transformación, profesionales que contribuyen con el desarrollo del pensamiento, la cultura y las ciencias de la comunicación.
Aprovecho este espacio para llamar a la formación de una masa crítica de profesionales que salven al periodismo clásico, con base ontológica, que se asienta en la multiplicidad de fuentes, en el contraste, la verificación, el equilibrio y el derecho a réplica.
Hagamos que el periodismo explicativo, que ayuda a entender la sociedad; el periodismo de investigación, que impulsa la corrección y la prevención y el periodismo de la opinión informada, que orienta a la sociedad, se hagan más fuertes en la era digital y de las redes neuronales artificiales.
No dejemos que este periodismo sucumba ante una especie de “para periodismo de plataformas”, solamente basado en los likes, los views y la monetización, irrespetuoso, desconsiderado, morboso y asesino de reputaciones.
Creo plenamente en la libertad de expresión y no soy fanático ni cerrado en ese aspecto, pues todo ciudadano adulto, en disfrute de sus derechos civiles, tiene derecho a exponer sus ideas a través de los altoparlantes digitales.
Pedo jamás debemos confundir el sacerdocio del periodismo auténtico con un ejercicio de vocinglería, de bocinaje pagado y vendido al mejor postor para tratar de fijar estados de opinión de construcción espuria y superficial.
Demos sentido a los likes y a los views y, ¿por qué no?, a la monetización con el periodismo que ayuda a equilibrar los poderes, que es voz de la sociedad, espacio democrático, motor de la institucionalidad, vigilante de la corrupción, sin dejar de ser rentables y prósperos.
Salvemos ese periodismo nuestro.
