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jueves 21 noviembre 2024

La superación personal es intrínsecamente pro-libertad

Un crítico conservador podría argumentar que un degenerado moral con una rutina matutina afinada sigue siendo un degenerado moral.

Por: EFE

PanAm Post

El libro más vendido en el mundo la semana pasada fue Hábitos atómicos (Atomic Habits). Para ser más claros, no sólo fue el libro más vendido en su categoría, sino el libro más vendido en general. Se trata de una hazaña especialmente notable, ya que las listas generales de libros más vendidos suelen estar dominadas por obras de ficción. Que un libro de no ficción supere en ventas incluso a las novelas románticas más populares es algo extraordinario.

El fenómeno de Atomic Habits es alentador. En los últimos años, hemos visto muchos signos preocupantes de decadencia cultural. Sin embargo, al mismo tiempo, también estamos viendo una tendencia contraria de millones de personas que buscan construir mejores versiones de sí mismos y encontrar una guía eficaz para hacerlo.

Un crítico conservador podría argumentar que un degenerado moral con una rutina matutina afinada sigue siendo un degenerado moral. De hecho, la mejora de los hábitos sólo podría capacitar a esos réprobos para ser más eficaces en la difusión de sus valores perversos. Lo último que necesitamos es que los guionistas de Netflix mejoren su proceso creativo diario y produzcan más veneno que corrompa a los jóvenes. La decadencia cultural, podría decir nuestro crítico, sólo puede combatirse con una guerra cultural: con los campeones del bien luchando contra las fuerzas del mal para reformar los valores de los demás, no con la gente en general reformándose a sí misma.

Un escéptico libertario podría añadir que la causa fundamental de nuestra decadencia cultural es que el gran gobierno está estrangulando la libertad individual y pervirtiendo los incentivos. No podemos salir de eso por nosotros mismos. Un socialista con una dieta mejor sólo estará más tiempo para clamar por más tiranía. El declive de la civilización, puede que insista nuestro escéptico, sólo puede invertirse mediante una guerra de ideas: mediante campeones de la verdad que desvirtúen las falacias colectivistas para reformar la forma de pensar de los demás; de nuevo, no que la gente en general se reforme a sí misma.

Tanto los conservadores como los libertarios podrían estar de acuerdo en que sólo nos salvará un enfoque estratégico en el cambio político: conseguir que las personas adecuadas ocupen los cargos públicos y que se aprueben las leyes adecuadas.

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