Santiago 4:7
«Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros.»
Quizás te has encontrado alguna vez ante un muro aparentemente infranqueable, un sueño que parece inalcanzable por la magnitud de los obstáculos.
Hubo un joven, cuyo nombre aún resuena en los anales de la fe, cuya historia es testimonio de que los sueños de Dios para nosotros se materializan al despojarnos del orgullo, al reconocer que solos no podemos.
Era un humilde campesino inglés. Al enterarse de que el doctor Morrison buscaba un compañero en China, se presentó, con pocos recursos materiales pero abundante en fe, ante el comité misionero. ¿Imaginas la reacción al ver a aquel joven sencillo buscando un lugar tan importante?»Parece imposible»- le dijeron, «Pero lo que aquel muchacho poseía en su interior no entendía de limites.
Se ofreció no como el asistente estrella, sino como criado de un gran hombre.
Lo que deseo es servir al Señor, sea como misionero o criado, acepto lo que Él decida.
. Su corazón rebosaba un deseo más grande que sus miedos, era el ferviente anhelo por complacer a su“Adorado Salvador”.
Tal vez, en tus adentros, el orgullo levanta murmullos:
«Soy mejor que esto»,»deberían ofrecerme algo mejor»,»merezco algo más»…
El camino del servicio a Dios desafía nuestra naturaleza egocéntrica, nos revela la fragilidad del hombre cuando no estamos sujetos al propósito divino.
Y fue ese mismo acto de humildad lo que abrió el camino hacia un propósito aún mayor. Este joven, aquel campesino sin estudios se transformaría con el tiempo en el célebre Doctor Milne, uno de los misioneros más distinguidos de su época
Una Reflexión Para Tu Vida
No te equivoques: Hay victorias aguardando, bendiciones listas para ser desempacadas por la fe, al otro lado de nuestra autosuficiencia, en la tierra donde brotan humildad y gratitud, donde le entregas tu ser a Dios.
¿Comprendes que existe un universo de posibilidad fuera de ti? Reconoce tus limitaciones. Aquel que, con corazón rendido reconoce sus limitaciones y necesidad del poder de lo alto puede experimentar una victoria sobre cualquier batalla que enfrente. El campo de batalla espiritual no es para nuestro ingenio, el triunfo solo se concreta sujetando nuestra vida en el diseño divino y rechazando cada tentación de nuestro enemigo a actuar contrario a su voluntad.
