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MONTEVIDEO.– Considerado un poeta «menor» por una parte de la crítica, es innegable la vigencia literaria de Mario Benedetti, autor de más de 80 libros, traducido a unos 20 idiomas y cuyos versos son recitados en cualquier parte del mundo incluso por quienes no están familiarizados con él.
«Táctica y estrategia», «Hagamos un trato» o «Te quiero» son poemas de amor citados frecuentemente entre amantes o aspirantes a serlo, e impresos en marcadores de libros, imanes o ‘souvenirs’ como recuerdo en España o Uruguay, por ejemplo.
Además, su compromiso político o sus cantos desde el exilio son un ejemplo de lo que siempre defendió: que la ideología y la belleza estética debían ir de la mano.
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Ahora, cuando se cumplen 100 años de su nacimiento, sirve echar un vistazo a su producción como poeta, narrador, dramaturgo, crítico y ensayista para rubricar que hablamos de uno de los más grandes autores en lengua española o, como dice Fernando Butazzoni, «sin ninguna duda, el más universal de los escritores uruguayos y uno de los más universales que ha dado América Latina».
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El autor del superventas «Las cenizas del Cóndor» (cuyos derechos adquirió HBO para una serie) opina para Efe que Benedetti «es un referente absolutamente ineludible a la hora de mirar, ver, estudiar y comprender lo que ha sido la evolución de las letras latinoamericanas, sobre todo en la segunda mitad del siglo XX».
COMIENZO Y MADUREZ
En 1945, con 25 años, un desconocido Mario Benedetti publica «La víspera indeleble», un poemario cuyo único valor es el de haber sido su primera obra, ya que, tras autoeditarlo, no lo incluyó en su recopilación «Inventario» (1980).
La denominada Generación del 45, a la que también pertenecen Idea Vilariño, Ida Vitale o Emil Rodríguez Monegal y que tenía a Juan Carlos Onetti como un ‘mentor’, dejó un legado importante «en tanto espíritu de rigor, de esfuerzo y de apertura al mundo», señala Butazzoni.
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Ese grupo se vinculó a varias revistas literarias. Entre ellas, «Número», en la que Benedetti publicó poesía y teatro en esos primeros años, hasta que a mediados de los 50 ven la luz dos grandes títulos de su carrera: su primera novela, «Quién de nosotros» (1953), y «Poemas de la oficina» (1956).
Apenas tres años después publica «Montevideanos», uno de sus volúmenes de cuentos más conocidos, en los que recrea la cotidianidad de sus vecinos, de esa ciudad en la que vive y que ama y que le convierten, a lo largo de su carrera, en uno de los autores que más y mejor ha escrito sobre la capital uruguaya.
Mientras publica ensayo -como «El país de la cola de paja» (1960) o «Literatura uruguaya siglo XX» (1963)- y poesía, los años 60 ven nacer sus dos novelas más conocidas, «La tregua» (1960) y «Gracias por el fuego» (1965), que sitúan a Benedetti en un escaparate internacional.
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«Creo que, de alguna manera, él ‘inventa’ la literatura montevideana, no por el libro ‘Montevideanos’ ni por ‘Poemas de la oficina’ ni por ‘La Tregua’ solamente. También por ‘El país de la cola de paja’, donde hay ensayos escritos a comienzos de los 60, donde es crítico con los públicos lectores, pero también construye públicos lectores», comenta a Efe el docente e investigador uruguayo Gerardo Ciancio.
EXILIO Y RETORNO
El exilio provocado por la dictadura cívico-militar en Uruguay (1973-1985) le lleva a países como Argentina, Cuba o España y será ahí donde sus letras combinarán el dolor y la nostalgia con el activismo, con obras como el poemario «La casa y el ladrillo» (1977) o la novela «Primavera con una esquina rota» (1982).
En los 90 aparecen «La borra del café» (1992), su novela más autobiográfica, escrita a los 72 años y en la que narra las constantes mudanzas de su familia o sus recuerdos de infancia, e «Inventario Dos» (1994), su segunda recopilación de los poemarios publicados, entre los cuales están «Preguntas al azar» o «Despistes y franquezas».
También en esa década se atreve a experimentar y publica «Rincón de haikus» (1999) -al que seguiría «Nuevo rincón de haikus» (2006)-, donde el humor, la sencillez y la ternura de Benedetti se fusionan con ese estilo poético japonés, que obliga a condensar una imagen en solo 17 sílabas.
«Creo que Benedetti tiene detrás de esa aparente calma estética una serie muy larga, a lo largo de su vida, de rupturas estéticas, de rupturas de la convención literaria que lo hacen también un hombre muy interesante desde ese punto de vista. Benedetti fue mucho más experimental de lo que hoy la gente cree que fue», explica Butazzoni.
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«Inventario Tres» (2003) cierra su serie de recopilaciones poéticas, si bien se publicarán posteriormente otros libros como «Adioses y bienvenidas» (2005), donde el paso del tiempo y el dolor se mezclan con la esperanza, o «Canciones del que no canta» (2006), primero tras el fallecimiento de Luz López, su esposa.
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«Testigo de uno mismo» (2008) es su último libro publicado en vida, ya que falleció en mayo de 2009.
AUTOR UNIVERSAL
Los 22 idiomas a los que fueron traducidas varias de sus obras, entre ellos georgiano, farsi, chino o serbio, dan idea de la universalidad de su literatura.
«Uno a veces se pregunta cómo es posible que un ciudadano alemán del siglo XXI compre y lea y le guste un libro de versos escritos en español en el siglo XX por Mario Benedetti, un uruguayo», dice Butazzoni, quien opina que «el convertirse en un escritor popular operó para que cierto sector de la crítica empezara a desconfiar de su obra».
A ese respecto, Ciancio resta importancia a la valoración de la academia, ya que, considera, esta «es a posteriori de la literatura». «‘La Odisea’ o ‘La Ilíada’ no se compusieron para que el mundo académico se encargue de ellas, sino con un fin estético, de entretenimiento», agrega.
Sea cual sea esa consideración de la crítica, siguen resonando con fuerza, máxime en este 2020, marcado por algo tan poco poético como una pandemia, los versos de Benedetti, quien ordena «defender la alegría como un derecho».
Por: Agencia EFE| Noticias SIN