El país cuenta con un clima cálido y húmedo, con temperaturas promedio entre 25 °C y 30 °C, un ingrediente clave para la formación de huracanes.
Por:Yohanna Guzmán
Cada año, entre los meses de junio y noviembre, la República Dominicana se prepara para enfrentar la temporada ciclónica. Pero, ¿por qué el país parece estar en la ruta constante de huracanes y tormentas tropicales?
Una ubicación geográfica en la mira del Atlántico
La principal razón es su posición geográfica estratégica. La isla La Española, que comparten República Dominicana y Haití, se encuentra justo en el corredor de huracanes del Atlántico, una franja donde confluyen las condiciones ideales para la formación de ciclones tropicales. Estas tormentas se originan en el océano Atlántico y el mar Caribe, y suelen desplazarse hacia el oeste, impactando directamente el territorio dominicano.
Un clima tropical que alimenta las tormentas
El país cuenta con un clima cálido y húmedo, con temperaturas promedio entre 25 °C y 30 °C, y una temporada de lluvias que va de mayo a noviembre. Estas condiciones favorecen la evaporación del agua del mar, un ingrediente clave para la formación de huracanes.

Septiembre: el mes más temido
Históricamente, septiembre ha sido el mes con mayor actividad ciclónica, acumulando el 34 % de las tormentas, el 39 % de los huracanes y casi la mitad de los huracanes más poderosos registrados en la isla. Ejemplos como el huracán David (1979) y Georges (1998) dejaron huellas imborrables en la memoria colectiva.
El cambio climático intensifica los riesgos
Expertos advierten que el cambio climático está intensificando la frecuencia y severidad de estos fenómenos. El aumento de la temperatura del mar y la variabilidad climática global hacen que los huracanes sean más impredecibles y destructivos.
Datos históricos
Recordando los huracanes más poderosos registrados en la isla podemos mencionar
El Huracán David (1979)

– Categoría: 5 (la más alta en la escala Saffir-Simpson)
– Fecha de impacto: 31 de agosto de 1979
– Vientos máximos: Hasta 280 km/h
– Víctimas mortales: Más de 2,000 personas
– Daños estimados: Más de 1,000 millones de dólares (valor de la época)
Impacto en República Dominicana:
– El ojo del huracán pasó casi directamente sobre Santo Domingo, afectando también a San Cristóbal, Peravia, San Juan y Elías Piña.
– Se destruyó el 70 % de los cultivos agrícolas y miles de viviendas, muchas de ellas construidas con materiales frágiles.
– La falta de preparación y la escasa comunicación de alertas contribuyeron a la magnitud del desastre.
– Fue el único huracán de categoría 5 que ha tocado tierra en el país hasta la fecha.
Y el Huracán Georges (1998)

– Categoría: 3 al tocar tierra en RD (llegó a ser categoría 4 en el Atlántico)
– Fecha de impacto: 22 de septiembre de 1998
– Vientos sostenidos: Hasta 200 km/h
– Víctimas mortales: 283 en RD
– Daños estimados: Más de 2,193 millones de dólares
Trayectoria e impacto:
– Entró por La Altagracia y cruzó el país de este a oeste, afectando a más de 24 provincias.
– Provocó lluvias torrenciales (hasta 990 mm en 24 horas), desbordes de ríos y deslizamientos de tierra.
– Más de 100,000 personas quedaron en refugios temporales y más de 260,000 fueron damnificadas.
– Las regiones más afectadas fueron el sur y el este del país, incluyendo San Juan, Bahoruco, La Romana y San Pedro de Macorís.
Aunque ambos huracanes marcaron profundamente la historia dominicana, no solo por su fuerza destructiva, sino por las lecciones que dejaron en cuanto a prevención, infraestructura y respuesta ante desastres, David fue más potente en viento y categoría, pero Georges causó más desplazamientos humanos y daños prolongados por las lluvias.
Ambos huracanes marcaron un antes y un después en la gestión de emergencias y la conciencia ciudadana sobre prevención.
Y a pesar de que la República Dominicana no puede cambiar su ubicación, sí puede fortalecer su resiliencia. La inversión en infraestructura, educación ciudadana y sistemas de alerta temprana son claves para mitigar los efectos de estos fenómenos naturales que, aunque inevitables, no tienen por qué ser devastadores.
Es por esto que la República Dominicana ha reforzado significativamente su preparación ante huracanes en 2025, implementando un Plan Nacional de Contingencia para Huracanes con medidas estructuradas y coordinadas a nivel nacional.

1. Plan Nacional de Contingencia para Huracanes 2025
– Tres fases de acción:
– Prevención: campañas de orientación ciudadana, simulacros y mapeo de zonas vulnerables.
– Respuesta inmediata: activación del COE, despliegue de fuerzas armadas y servicios de emergencia.
– Recuperación: asistencia a damnificados, reconstrucción de infraestructura y apoyo económico.
2. Infraestructura de monitoreo meteorológico
– Instalación de un nuevo radar Doppler en el Aeropuerto Internacional de Las Américas (AILA).
– Ya operan otros dos radares en Puerto Plata y Punta Cana.
– Todos están integrados al sistema del Centro Nacional de Huracanes de EE. UU., mejorando la vigilancia en tiempo real.
3. Fondo de emergencia legalmente habilitado
– El gobierno puede movilizar hasta el 0.5 % del PIB nominal o el 1 % de los ingresos corrientes para atender emergencias, según el artículo 43 de la Ley de Presupuesto 2025.
4. Más de 2,700 albergues habilitados
– Distribuidos en todo el país, con protocolos para personas con discapacidad, adultos mayores y niños.
5. Coordinación interinstitucional
– Participan más de 20 entidades estatales, incluyendo Defensa, Salud Pública, Obras Públicas, Educación, Agricultura, Turismo y el COE.
– El Sistema 911 también activa protocolos especiales, con drones, videovigilancia y refuerzo de radiocomunicaciones.
6. Zonas de riesgo identificadas
– Provincias como Barahona, Pedernales, María Trinidad Sánchez, La Vega, San Cristóbal y otras están bajo vigilancia por riesgo de inundaciones y deslizamientos.
Todo esto apunta a una visión de gestión de riesgos más proactiva y centrada en la protección de vidas, en lugar de solo reaccionar cuando la emergencia ya golpeó.
Frente a la amenaza cíclica de los huracanes, la República Dominicana no solo ha reconocido su vulnerabilidad geográfica, sino que ha decidido enfrentarla con visión, planificación y unidad. Las acciones del gobierno—desde el fortalecimiento de la infraestructura meteorológica hasta la habilitación de miles de albergues y la integración de más de veinte instituciones públicas—demuestran que la prevención no es un gesto simbólico, sino una política activa de salvaguarda humana.
Pero más allá de las estadísticas y los protocolos, lo que está en juego son vidas, hogares y la resiliencia colectiva de un pueblo. Enfrentar un fenómeno natural no depende solo de la fuerza del viento o la cantidad de lluvia, sino de la fuerza con que una sociedad se organiza, informa, y actúa.
Y en eso, la isla se está blindando no solo con cemento y radares, sino también con consciencia, solidaridad y compromiso. Porque cada huracán deja cicatrices, sí, pero también enseñanzas. Y mientras más preparados estemos, menos profundas serán las cicatrices, y más valiosas, las enseñanzas.
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