Creo oportuno traerles la metáfora del águila que alude a la transformación en medio de la confusión y desesperación.
Este majestuoso animal puede llegar a vivir 50 o 60 años, pero a mitad de su existencia debe tomar una dolorosa decisión, se renueva o muere.
A la mitad de su vida sus poderosas garras se tornan frágiles, débiles y quebradizas, se doblan con facilidad y no consiguen agarrar con fuerza sus presas.
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Su pico largo, fuerte y puntiagudo se encorva y apunta hacia su propio pecho. Sus ojos, herramientas poderosas de caza se vuelven borrosos porque están llenos de costras secas que dificultan su visión.
Sus hermosas alas son viejas, gruesas y duras, su vuelo se torna torpe y difícil. Bajo esas circunstancias es difícil competir contra las águilas jóvenes, más ágiles, fuertes y agresivas. En ese momento, el águila tiene que tomar una de las decisiones más significativas y trascendentes de su vida, renovarse o dejarse morir.
El doloroso proceso de transformación dura 150 días, 5 largos meses. El camino inicia buscando un nido vacío en lo alto de la montaña, cerca de alguna pared rocosa. Una vez instalada en su nuevo hogar, comienza a golpear la pared con el pico hasta que consigue desprenderlo y esperar el crecimiento de uno nuevo, con el arrancará cada una de sus garras hasta eliminarlas por completo.
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Con el nacimiento de las nuevas uñas tendrá que arrancar sus plumas viejas y esperar a que renazca su nuevo plumaje. Sus ojos se comenzarán a limpiar gracias a un líquido cristalino que generan sus glándulas lagrimales. Durante ese largo proceso, el águila, además del dolor, debe aguantar el hambre y las inclemencias del tiempo.
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Si logra soportar este proceso, habrá renovado su naturaleza y podrá lanzarse al vacío, en un vuelo donde les avisa a las otras águilas que está de vuelta con renovada fuerza y lista para volver a competir.
Ahora es tu tiempo, renovarte es la salida a un mundo cambiante e inestable, a la larga, crecer depende de ti, no de nadie más.